Por ejemplo:
SOBRE MARTÍN BUSTOS (hoy internado en la clínica siquiátrica de los polvorines)
Abatimiento y resignación,
aplomo llano, consagración,
nunca pensé. Y el momento, ese instante
cuando la conciencia despierta, reconoce
ese tenue despertar dubitativo de donde
ya no se vuelve, y enajena.
Caigo bajo el peso de las consecuencias
hacia el ser,
y el devenir se completa,
las directrices son exactas,
no hay error, es muy visible …
tan visible que,
¿para qué seguir?
Para qué avanzar cuando
el camino por completo está despejado
y rayado por esta conciencia nueva y abrupta.
El hombre sensible, Martí Bustos
Lo imagino sentado, leyendo. Los efectos de las pastillas actuando. Sentado, mirada perdida, pero consciente de estar mirando. A los costados, camas y cuerpos delirando los cuerpos enfermos. Ese punto es ahora para Martín la fijación de todos los puntos; es su Cortazar, su Miller, y nada más; sus pertenencias en la mesita de luz. No hay más allá. No hay más lejos que él. Cualquier sentimiento se está cagando en Bustos, no merece oídos, cuando todavía está escuchando los berridos de su entorno delirado. Me pregunto si fuera de ese punto en la pared existe algo más, otra conexión con sus sensaciones. Cómo saber el rigor con el que mira, quién para juzgar sus desgarramientos, quién existe para esa tarea. Su mente y su cuerpo están aniquilados, se deja llevar, como de costumbre. Si estuviera escribiendo o pintando, entregaría lo mismo, sufriría lo mismo porque fue siempre una entrega él. Lo conocí en su totalidad; en la desnudez, llorando, amando, en la obsesión, en la risa desmesurada, en la compañía, temblando y siempre en plan de guerra consigo. Cada segundo sintiendo, transmitiendo, viajando hacia donde sea.
Descalzo, con una patada firme en el culo y sin calzado sale a la calle, toca el timbre y, sí, es Bustos: los pies sucios, las baldosas frías, una mochila negra, la resaca de la noche, y, sí, son las seis de la mañana. Toca el timbre y espera. Me avisan que es Martín. Lo imagino parado, esperando, el frío actuando en sus pies, porque quizás le hayan robado. Me levanto con la tentativa de odiarlo, por el sueño, por la hora, por no se qué. Esa dejadez característica; cortar las palabras con un silencio, su costumbre, su forma no de perdón, sino de complicidad. Amanece y puede irse tranquilo con medias y zapatillas de prestado. La misma hora, todos los días, golpean la puerta.
Martín Bustos, con la mano morada, dos veces el tamaño normal. “Le pegué a la pared, pero no pensaba en voz mientras lo hacía”, no emito palabra. Tenía bronca, pero nunca hacia otra persona que no sea él. Primero estaba su lucha, y luego, muy lejos la de los demás.
La primera impresión que tengo de él es soez, un recogimiento del fatídico. Una cualidad moral suya es otorgar un segundo sentido al hábito o el modo de ser del ídolo. Orly: un dios
Hace tres años envió a una criatura los mails en cantidad proporcional a la negación del problema en cuestión, en ese caso: esa mujer. Fue un jamás acabar. Envió a todas las orillas, las epidérmicas armaduras de su abatimiento. No pude dejar de borrarlas y arrepentirme en la supresión. Hoy ese informe de la tortura daría una manifiesta imagen del aspecto puro y esa urgencia que lo amenazaba desde temprano.
Tenía demasiadas cosas, pensadas, así dijo. “No estoy haciendo nada, pero pienso”. Se yergue en su entorno la hiedra verde que florece y lo riega de oxigeno, los pulmones rebosan, el sístole y el diástole en el pecho, los internados recogen las hojas infectadas y las devoran afanosamente. Todo el predio se oscurece y la humedad retiene la transpiración de los más débiles, y todavía se resisten a morir. La naturaleza los acosa, y la ciencia los adormece y su adaptación es otro satélite de la muerte.
2 comentarios:
Había escrito una poesía tan perfecta, dijo uno.
Y bueh, esto es así.
Yo brindo por elbien
y porque martýr no siga
on su luto de seguir
en el ejemplo
del vino que da paz y felicidad
y me siento tan bien
como escribir siento con c.
Martyn, ¿dónde estás
shining
your crazy diamond?
Quizás el pecado sea temporal
y resulte un chiste
y así quizás
dentro de l anada
y vacíos de todo
nos miremos
y quizás
así
ajenos a la falta de ortografía
nos podamos reir.
(L poesía es una osadía de los intrépidos)
El comentario de Arqueck fue inocente del texto.
Pero lleno de su magia.
De la mgia del texto.
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